domingo, 4 de julio de 2010

CUENTO

Hace muchos años en un lugar muy, muy lejano, vivían los llamados “hombres libres”, hombres trabajadores que habían traído la prosperidad a sus tierras, que eran brillantes y llenas de vida.

La gente vivía tranquila hasta que un día, el hombre que gobernaba esas tierras, un misterioso ser que recurría a las artes oscuras y de tramposa palabra, misma que era exacerbada por un raro brebaje que injería todas las mañanas. Ese día la pócima le trastoco la mente, antes, solo era tonto y errático; ahora se había vuelto agresivo, no estaba en sus cabales, decía que los dioses le habían ordenado robar la luz para entregársela a los amos del universo, y el tonto brujo emitió un edicto fatal, lanzó un conjuro que daño todo lo que vivía en ese lugar, la luz se fue. El enojo de los amos del universo no se hizo esperar, la luz no llego a ellos, se había perdido. Ese día, las tierras de los hombres libres fueron asoladas. Un negro manto cubrió los cielos y la mar se lleno de una gruesa neblina que no permitía ver más allá de la playa.

La luz se había ido, la oscuridad y las sombras cubrieron por completo los terrenos que antes eran fértiles. El libro de la ley había sido violado por negro conjuro. Había que hacer algo, ya que se hacía imposible seguir así, se tenía que restituir el orden natural de las cosas, había que ir a buscar la luz.

Por su parte, el testaferro del rey, un lúgubre personaje apodado el “liquidador”, ofreció a los hombres libres la posibilidad de seguir viviendo en esas tierras si antes aceptaban algunas monedas en compensación por el pequeño daño que habían sufrido, pero también, si accedían a obedecer en todo, al torpe rey. Los habitantes iban de allá para acá tratando de entender lo que pasaba.

En la playa, estaba el líder de los “hombres libres” conocido como el “General”, hombre cabal y valiente, capitán de una imponente nave que se encontraba lista para zarpar, había pocas provisiones pero sin embargo, lo necesario para aguantar el viaje. Una batalla se hubiera podido enfrentar y ganar con este monstruo naval con la tripulación completa, ya que ésta, estaba formada por hombres valientes herederos de la más antigua tradición de guerreros, hombres sin igual no había en toda la región, libradores de múltiples combates en donde siempre salieron victoriosos, gracias al libro de la ley, código que regulaba todo a su alrededor.


Hijos y nietos de grandes guerreros formaban este ejército, siempre dispuestos a la lucha y sin miedo a enfrentarse a las huestes del rey o del liquidador. Arengas, gritos y porras animaban a la gente, siempre dispuesta para la lucha. En esta ocasión era diferente, los peligros eran otros, no había que pelear con hombres, había que recuperar la luz, para que todo volviera al orden natural. El viaje sería incierto y difícil. El “General”, había consultado con los sabios, quienes le aconsejaron llevar a los hombres en busca de la luz, de otra forma, ésta nunca regresaría.

El General entonces citó a todos, hombres y mujeres, les dijo que nadie debía quedarse, que todos tenían que ir a buscar la luz para restituir el orden natural de las cosas, todos accedieron.

Ya dispuestos estaban los hombres, listos para zarpar, cuando apareció un hombrecillo caminando de entre la multitud apodado el “Gordo”, diciendo –No podemos ir allá, el mar es salvaje, la neblina es muy densa y no sabremos hacia dónde ir, irremediablemente nos perderemos en el camino y posiblemente nunca regresemos-. De inmediato, aparecieron dudas, el desconcierto cubrió las mentes de los hombres y las mujeres -¿Qué hacemos?- preguntaban. No se hizo esperar la voz del "General" , se dirigió a todos diciendo -Estamos frente a lo desconocido, nunca antes nos habíamos enfrentado a igual situación, sin embargo, tenemos a los mejores hombres y mujeres y podemos llegar a nuestro destino si nos lo proponemos, del otro lado de este mar embravecido y cerrado por la niebla, esta la luz que nos fue robada, tendremos que traerla, tenemos que restituir el orden natural de las cosas para nosotros y nuestras familias-, el ridículo hombrecillo a quien apodaban el “Gordo” seguía gritando que no debíamos ir, que todo estaba perdido, que mejor nos rindiéramos y aceptáramos el dinero que ofrecía el liquidador. Que allá en la mar, no había nada, que jamás encontraríamos la luz.

Muchos hombres abandonaron el barco y se acercaron al “gordo”, con la mirada perdida pensando en las muchas monedas que iban a recibir le empezaron a escuchar. El gordo seguía diciendo -Debemos quedarnos en tierra y tomar, lo que esta tierra nos ofrece, podemos formar grupos de trabajo para salir adelante y brindar tributo al que gobierna este lugar, le trabajaremos y nos rendiremos a su culto, de esa manera, el rey nos perdonará la vida y nos dejará vivir tranquilos por siempre. Lo importante es quedarnos aquí, estaremos más seguros. Zarpar en estas condiciones, es una locura, nadie le gana al rey-.

En ese momento, el General y sus hombres subieron a su nave y dijo: -Estamos listos para surcar los mares, cruzaremos la oscura niebla y finalmente llegaremos a nuestro destino. Recuperaremos nuestra forma de vida y viviremos como hombres libres, nuestra tradición de muchos años, de hombres y mujeres valientes, no nos permite rendirnos ante ningún amo-.

Todos escucharon atentos y con total arrojo subieron a la nave con el General. La escalinata y las anclas fueron levadas, las velas se hincharon y la nave se movió, entrando a la espesa niebla. Algunos cobardes se lanzaron al agua y regresaron a la orilla, donde los hombres que habían seguido al Gordo gritaban -¡Regresen, allá no hay nada! ¡Morirán en el intento! El Cerdo tomo la voz y dijo -Nosotros, estamos bien aquí, no tenemos porque arriesgarnos cuando todo lo que queremos está aquí, tenemos dinero y podremos trabajar, allá no hay nada, todo se acabó-, los hombres que se quedaron en tierra escuchaban callados, un leve murmullo se alcanzaba a escuchar; provenía del fondo de su corazón que decía -¡eres un cobarde!

Hombres y mujeres valientes, con el corazón henchido de esperanza, con una chispa en la mirada, sabedores que allá, del otro lado de la niebla, cruzando el mar, se encontraba la tierra donde encontrarían la luz. Sabían que iban a encontrar penurias en el camino, pero al final, las nieblas se irían, la claridad volvería a tocar su rostro y un día, en el horizonte, verían la tierra donde estaba la luz y la fuerza para reconstruir lo que les habían quitado. En sus manos llevaban el libro de la ley.


Ricardo Grostieta Garcia

Operación Subestaciones

Este cuento lo hice pensando que pudiera ayudar a nuestros hijos pequeños a entender porque no tenemos trabajo y porque no haceptamos las monedas que el liquidador nos ofreció. Sabemos que como los hombres del General, encontraremos el destino anhelado por todos los que estamos en la resistencia.
¡Hasta el triunfo compañeros!

"I never saw a wild thing sorry for itself.
A small bird will drop frozen dead from a bough without ever having felt sorry for itself"
D.H. Lawrence


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