lunes, 15 de abril de 2013

Prepotente, el senador panista Lozano se queda con asientos de discapacitados


Una de las columnas políticas mejor informadas de México es  “Templo Mayor”, del diario Reforma. Lo que se lee este lunes acerca del senador panista Javier Lozano es terrible. Vaya tipejo arrogante y vulgar.
La columna de Reforma empieza diciendo que el “panista Javier Lozano es un gran conocedor de música clásica”, y seguramente lo es, pero eso no le quita lo patán.
Para el Reforma, lo que pasa es que a Lozano le hacen falta unas buenas clases de civismo. Creo que también le hacen falta unas lecciones de ética y humildad.
¿Por qué? Porque las personas que asistieron el domingo “a la sala Ollin Yoliztli a disfrutar Rigoletto, de Giuseppe Verdi, se llevaron una desagradable sorpresa”.
El protagonista del espectáculo lamentable no fue ninguno de los músicos o los cantantes, sino el señor Lozano.

Y es que, dice la columna de Reforma, “la función era al estilo como-llegues-te-sientas, porque la entrada era general”.
O sea, no había asientos reservados para nadie, excepto para las personas con discapacidad… Pero don Javier Lozano, hoy panista pero educado en la vieja escuela del PRI autoritario, piensa que todo un señor senador no es un Don Nadie para irse a sentar en la localidad general.
Así, sigamos citando a Reforma, “el senador mandó apartar cuatro lugares para él y sus acompañantes”.
Eso ya era suficientemente mamón de parte del señor senador, a quien los empleados de la sala Ollin Yoliztli le cumplieron el capricho.
Pero, para satisfacer la necedad de Lozano, los empleados de la sala tuvieron que recurrir a ¡asientos reservados para discapacitados!
La actitud del senador solo por el hecho de quedarse con sillas de discapacitados era suficientemente prepotente, pero el mal mayor ocurrió, se lee en Reforma, cuando a dos personas que llegaron en sillas de ruedas la sala Ollin Yoliztli ¡les negó! los asientos supuestamente destinados para ellos.
Los editores de Reforma se preguntan si Javier Lozano se habrá enterado de lo mal que lo hicieron quedar.
Si Lozano se enteró en la sala Ollin Yoliztli que, por su culpa, había discapacitados sin asiento, le valió absolutamente madres, porque así es él: es un senador y nadie, ni la gente en silla de ruedas, puede perturbarlo cuando se entretiene con Rigoletto o cualquier obra musical.
Se preocupará Lozano en cuanto lea la columna de Reforma, pero no por los discapacitados a los que jodió, sino porque él es la típica mosca de la política, esto es, uno de esos seres pequeños e irrelevantes, pero con aires de grandeza, a los que se mata a periodicazos.
¿Y este es el tipo que, presume, mejorará el proyecto de reforma a las telecomunicaciones? No vale nada.

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