Me causa cierto mal la expresión “diarrea verbal” pero cuando se trata de Felipe Calderón esta resulta insuficiente para explicar la sobredimensionada concepción que dicho personaje tiene sobre sí mismo.
Desde su desatinada comparación con el General Ignacio Zaragoza, con quien presumió una presunta similitud al momento de ser objeto de “críticas”, Felipe ha perdido sentido de la realidad para ser un simple aficionado de almanaque de donde extrae cuanta figura histórica se le ocurre para luego sacarlas de contexto.
Ojalá este comportamiento fuese sólo anecdótico pero la recurrente práctica de realzar, por sí mismo, una grandeza inexistente, Felipe demuestra que padece cierta necesidad (y necedad) de reconocimiento en su círculo más cercano el cual está desarticulado por la inminente carrera presidencial de 2012. Sin duda estamos ante un caso clínico que nos debe preocupar debido a la gravedad que representa ya que alguien con múltiples megalomanías, y responsable de más de 45,000 muertes, no puede ocasionar más que tragedias.
Una pregunta pertinente sería: ¿Alguien que se cree Winston Churchill puede garantizar elecciones limpias en 2012?
Aún soslayando la ilegitimidad de Felipe como presidente, la respuesta sigue siendo negativa.
Mientras que el paracaidista de Los Pinos juega a personificar a figuras histórica (imagínenlo vestido como Napoleón por los salones de la residencia oficial) en San Luis Potosí se reproduce un fenómeno derivado del Estado Fallido. Los habitantes de Villa de Ramos, hartos de sufrir los abusos de los comandos armados de narcotraficantes, decidieron en comunidad encarar este peligro mediante el uso de las armas para defender, ya que no hay ejército ni policía tan comprometido, sus bienes y sus vidas. El resultado no sólo fue en el ámbito del costo de vidas humanas, ya que los medios oficialistas han señalado sólo las muertes de los pobladores y ocultando deliberadamente las bajas de los narcotraficantes, como si tratasen de enfatizar que una sociedad armada para su autodefensa no tendrá éxito en su causa. Otro aspecto de esta terrible situación es la omisión en el hecho que los habitantes de Villa de Ramos, como cualquier otra población dentro del país en similares circunstancias, cansados de abusos e indolencia gubernamental pasarán, súbitamente, de la sumisión a la extrema violencia en legítima defensa. Un ejemplo que puede crecer en cualquier estado del país ya que las condiciones para que ello suceda están sembradas.
Tan “vamos ganando” que Guatemala, en su frontera con México, ha resentido ya el sabor del trunfo de Felipe. 27 decapitados por presuntos “Zetas”. Resulta revelador que el mismo presidente de ese país, Alvaro Colom, asistiera al lugar de los hechos como una muestra de preocupación por lo ocurrido, a diferencia de Felipe quien invierte su tiempo en conciertos musicales y partidos de fútbol. Sin embargo no hay que dejar de observar que las prácticas de ex kaibiles (quienes entrenaron al ejército mexicano y zetas por igual) han regado sangre en su lugar de origen. Aunque es predecible que la declaratoria oficial señalará estas muertes como otro triunfo en la guerra bajo las gastadas fórmulas retóricas que todos ya sabemos.
La sociedad mexicana tiene en sus manos la confirmación que la vía institucional está agotada, que las armas del gobierno seguirán en las calles para apuntalar la roída estructura de un estado debilitado al interior. Quizás es tiempo de dejar el análisis redundante sobre nuestra enfermadad nacional para sentar las bases de un nuevo gobierno que emanen de las propuestas ciudadanas, sin escuchar a la mafia política que busca la perpetuidad mediante lo electoral. Dejando de lado los efectos para centrarnos en las causas de nuestras debilidades como país. Nunca antes esto fue tan necesario debido a la obscena cantidad de muertes sin sentido que celebran desde los palcos del poder.
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