jueves, 19 de agosto de 2010

VIENE POR TODO LA ULTRADERECHA

jueves, 19 de agosto de 2010

Las embestidas de la extrema derecha en el poder al sistema político siguen la pauta fascista de la desestabilización para debilitar al Estado y así apuntalar sus intereses. Lo hacen porque pueden, saben que es el mejor momento para actuar en esa forma y cuentan con los suficientes recursos para alcanzar sus propósitos. Por eso no debe extrañar el comportamiento de los altos jerarcas de la Iglesia católica, pues lo ilógico en las actuales circunstancias sería que desaprovecharan la oportunidad histórica que se les presenta para debilitar a las instituciones laicas y democráticas con que aún cuenta la nación.


En situaciones como ésta es cuando se observa la falta de una estrategia idónea para contrarrestar el poderío de las organizaciones ultraconservadoras. Se les dejó el campo libre, a partir de que el PRI traicionó sus principios e ideología progresista, con un pragmatismo que trastocó su organización y lo hizo perder el rumbo con el que venía impulsando la formación de un país con futuro. Pero sobre todo, también, cuando la izquierda se desdibujó supuestamente para tener una mejor interlocución con las demás fuerzas políticas, y lo único que logró fue un desprestigio que le hizo perder autoridad moral para representar a las organizaciones populares y democráticas.

Hoy nos encontramos en un escenario completamente negativo para el pueblo, sin los suficientes contrapesos para neutralizar y contrarrestar las tremendas acometidas de la extrema derecha, que tienen al país al borde de una catástrofe apocalíptica. Se le dio entera libertad para actuar con una orientación absolutamente reaccionaria y entreguista, a partir de que los tecnócratas dieron un golpe de Estado técnico que liquidó a los políticos de corte progresista dentro del PRI, que vistos a estas alturas serían considerados de izquierda, incluso más consecuentes y comprometidos con las causas populares que “Los Chuchos”.

De ahí la soberbia con la que actúan prelados acostumbrados a imponer su voluntad a sus feligreses, no con una finalidad evangelizadora sino de control político, en abierta violación a la doctrina cristiana que dicen sostener y que debe ser eminentemente espiritual. Claro que se aprovechan de las circunstancias, mal harían si no lo hicieran, derivadas de la traición de Carlos Salinas de Gortari a los postulados laicos de la Carta Magna delineados en la reforma que propuso y promulgó al artículo 130 constitucional.

Así que no debe extrañarnos lo que ahora estamos viviendo como país entregado por completo a los intereses minoritarios más reaccionarios, situación que nunca soñaron llegaría a presentarse los antiguos militantes del viejo PRI, mucho menos los firmes izquierdistas de antaño, que sobrevivían en condiciones realmente heroicas, en una clandestinidad que no les dejaba amplios espacios para actuar como hubiera sido deseable. Sin embargo, eran consecuentes con su sentido progresista del mundo y de la vida, como también lo eran esos militantes priístas que nunca perdían de vista el imperativo de luchar, juntos todos los mexicanos, por una nación más justa y democrática.

Un buen ejemplo de esos militantes del partido tricolor que secuestraron los tecnócratas, lo fue Miguel Osorio Marbán, quien acaba de cumplir una década de haber dejado esta vida. Hombre surgido de las instituciones creadas por el régimen de la Revolución Mexicana, nunca se olvidó de que su ascenso social se lo debía a esas instituciones, a las cuales sirvió lealmente como profesionista. Como lo apuntó en uno de sus discursos: “Los mexicanos hemos comprendido que la servidumbre y el peonaje, el abandono y la injusticia, el aislamiento y la ignorancia, la insalubridad y la pobreza, fueron y siguen siendo los mayores enemigos del progreso nacional, contra esos enemigos la lucha ha sido y es permanente; frente a ellos no puede haber tregua, componendas ni capitulaciones, pues de su liquidación depende la grandeza, el ascenso y la superación de México”.

Tal diagnóstico es irreprochable y sigue vigente, por eso Andrés Manuel López Obrador abundó en éste en su último libro, a fin de apuntar cómo modificar tal estado de cosas y pasar a la etapa defensiva que haga abortar los esfuerzos de la extrema derecha, de aprovechar la debilidad de las fuerzas democráticas para dar el zarpazo final e instaurar un régimen totalitario que les garantice una larga permanencia en el poder. Ni que decir tiene que lo podrán lograr en la medida que sigamos desorganizados, peleando por nimiedades, sin contar con una visión de Estado que permita superar desavenencias y deponer actitudes derrotistas o de un vil oportunismo. Ni que decir tiene que no tenemos tiempo de sobra para neutralizar a la extrema derecha cuyo poderío no tiene más límites que los que le imponga el pueblo organizado.

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